Pitiusas

Hacia Santa Eulària

El río de Santa Eulària es el más importante de la isla, ya que, aunque poca, también lleva agua en pleno verano. Nace en las proximidades de Sant Joan, recorre el valle de labritja y recibe un modesto tributo de la Font de Sa Figuera y otro, de más enjundia, que proviene de las inmediaciones de la Font de Sa Pedra, a los que recibe en ambos casos por la derecha. Tras cumplir buen servicio accionando los molinos de agua interpuestos en su recorrido, desemboca en el mar cerca de la villa de Santa Eulària. En el lugar donde nuestro camino lo salva por medio de un puente de piedra de tres arcos, el lecho aparece plagado de cantos rodeados semejantes a los que apreciamos asimismo orillando sus márgenes y en las pendientes cercanas. Medran exuberantemente las adelfas entre la verde hierba que alfombra las orillas, y algo más arriba lo hacen incluso frondosos ejemplares arbóreos cuyo luminoso verde contrasta con el más oscuro de los algarrobos y con el gris azulado de los olivos.

Desde el río de Santa Eulària un tramo bueno conduce colina arriba pasando por delante de airosas casitas blancas rodeadas de chumberas y de los omnipresentes olivos.

Apenas doblada la colina dominada por la iglesia, el camino desemboca en un llano que va empinándose suavemente desde la orilla del mar para acceder por último a la villa de Santa Eulària, población principal del término de igual nombre, sede del Alcalde, y aparte Sant Antoni, única localidad de la isla a la que con propiedad puede darse el nombre de villa. Aunque mucho más pequeña que Sant Antoni, Santa Eulària aventaja sobradamente a la población del lado opuesto gracias a su particular emplazamiento, pues la abundancia de caudales corrientes, la salubridad del entorno y la exuberante vegetación la convierten casi en el paraíso de la isla. Contaba en 1840 con 47 casas habitadas, y no debe haber variado apenas el número de entonces. Consiste en realidad de una plazoleta alrededor de la cual se disponen de manera aisladas las viviendas. Vemos en el centro de aquella una fuente presidida por una estatua femenina que muestra el brazo derecho extendido señalando al frente con la mano.

La iglesia se nos presenta como construcción blanqueada, con campanario y una torre redonda de defensa adosada en su parte posterior y que le confiere cierto aire de fortaleza. El interior consiste de una sencilla bóveda de cañón, seis altares secundarios, dos capillas laterales y un altar mayor sumamente elaborado. Rodean la iglesia algunas casitas, asimismo blanqueadas, que comparten con aquella el escaso espacio que ofrece la cima del otero que coronan. Desde cota algo más baja se goza de una hermosísima vista que se extiende hasta muy lejos, franca y sin obstáculos, por la parte del Sureste. Al pie de la colina asoman las blancas casas del pueblo propiamente dicho, y algo más lejos destaca la prominente punta del Puig de s’Esglèsia Vella. Más distantes, en medio del brillante mar, se nos ofrecen las Illes de Sta. Eulària, y por detrás de una serie de promontorios y picos que se levantan unos sobre otros a manera de grada, divisamos en el azul lejano de los contornos bien dibujados de la Illa de Tagomago con sus escarpadas rocas.

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Primera parte: Las Antiguas Pitiusas. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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