Mallorca

De Alfàbia a la Garganta d’Esporles (15)

"Alfàbia es una gran propiedad bellamente situada. Llama la atención el amplio frontón dieciochesco construido por el señor Gabriel de Berga i Safortesa al fondo de una recta avenida arbolada de acacias y plátanos. Pese a las numerosas modificaciones habidas a lo largo de los siglos, en la casa cabe apreciar todavía algunos restos de inconfundible origen árabe, cuyo sello es particularmente conspicuo en el zaguán, que presenta dos arcadas de escaso punto y una bóveda de doble crucero.

Tres grandes moreras engalanan el patio, a la izquierda de cuya entrada se encuentra la pequeña capilla donde se conserva la Silla de Alfàbia, un viejo sillón en estilo gótico, profusamente decorado de masiva apariencia, que data al parecer del siglo XV y fue mostrado en la última Exposición de París. En la pared izquierda de la modesta capilla aparece representado el nacimiento de Cristo en cuatro imágenes laterales y tres en lo alto. Digna es de mención una hermosa puerta renacentista con dintel adornado y presidido por un escudo de armas y la divisa Vulnus penique feret.

Desciende sinuosamente el camino desde Alfàbia recogiendo bellas vistas de la bahía de Palma y de los abruptos altos de Raixa que limitan el valle y al cabo de sucesivas y marcadas vueltas penetra en un cortado que al poco se abre en anchuroso valle de laderas pobladas de olivos.

Nos encontramos en el llamado Coll de Sòller, cuya ladera derecha sigue en lo sucesivo el camino para iniciar finalmente su descenso.

 

 

 

Otra espléndida vista se nos ofrece ahora desde la casita del peón caminero, con una cruz de piedra en la parte trasera, el vasto valle de Sòller a sus pies y el imponente Puig Major en la distancia.

 

 

Muy abruptas y torturadas se presentan aquí las formaciones rocosas por obra de la erosión, a la que aquí y allá oponen resistencia algunos añosos pinos. Aún siendo notable la altura, aparecen las primeras plantaciones de naranjos amargos, y salvado un paso cortado entre las rocas accedemos nuevamente a la región de los olivos. Grandes masas rocosas aisladas hacen nuevamente aparición, algunas incluso inmediatas al camino. En el vallecillo que regado por un arroyuelo se abre a nuestra izquierda se encuentra el pequeño Hort de Can Birbó propiedad del vecino de Sóller de este nombre.

El hermoso camino de Valldemossa atraviesa la fértil llanura de Palma y llano adelante inicia un suave ascenso hacia s’Esgleieta por un terreno densamente poblado de almendros desde el que se ofrecen hermosas vistas de las colinas que lo limitan por la parte izquierda y de la mayestática Serra al fondo. Una cruz de piedra de estilo renacentista sobre un pedestal escalonado indica el desvío hacia la Real ; al poco, en sinuoso y gradual descenso llegamos a la gran Possessió de Son Cabrer desde la que ya podemos columbar los contornos de Palma en la distancia y en cuyos terrenos nace la Font de la Vila que lleva agua a la capital.

Descubrimos a lo largo de la carretera los restos de la antigua acequia árabe que lleva agua a Palma, y enseguida la gran casa de Possessió de Son Ripoll, antes propiedad de los monjes y hoy dividida entre numerosos propietarios. Por detrás de ella, entre las carreteras de Valldemossa y Sóller y a mitad de distancia de ellas se encuentra la pequeña localidad de Son Sardina, distante 6,9 km. De Palma. Cuenta con 1.546 habitantes y la componen viviendas de gentes del campo y del comercio, amén de casas de recreo de gentes de la capital, de cuyo ayuntamiento depende. La iglesia se encuentra hacia el final de ese grupo de casas. El templo muestra siete capillas, tres a la derecha y cuatro a la izquierda. En can Simó, entre Son sardina y la carretera de Sóller, hay un hermoso sillón gótico, con la parte superior lamentablemente rota y que, según la tradición, perteneció al rey Martí.

Al cabo de un leve ascenso accedemos a una colina poblada de algarrobos desde la que se ofrece una hermosa vista sobre Bellver, nos adentramos en una hondonada con olivos y llegamos al punto donde nace el camino de Esporles y desde el que se domina la gran casa blanca de Canet. Salvando el torrente por un puentecillo de un ojo llegamos a s’Esgleieta, nombre que responde al de pequeña iglesia o iglesieta. El oratorio de la iglesuela de Sant joan baptista, dependiente de la parroquia de Esporles, era según parece la iglesia conventual de las monjas franciscanas del Puig d’Inca llegadas a estos pagos en el año 1515. Hubo originariamente tres capillas laterales; hoy son cuatro a la izquierda y dos a la derecha, las más todavía sin ara. En el altar mayor se muestra un cuadro de la Virgen con el Niño, reina de las estrellas en lienzo rojo ornado de oro y manto verde moteado de estrellas, con las armas de Aragón y dosel rematado por una corona de estrellas; el niño Jesús lleva en su mano izquierda un gorrioncillo. El suelo está entarimado en blanco y negro.

El camino va estrechándose en dirección a s’Esgleieta, pero gana en pintoresquismo a la sombra de hermosos y fornidos algarrobos. Queda a la derecha Son Puig, con una buena carretera bordeada de olivos, y a la izquierda Son Pacs.

 

La amarilla casa de Sa Font Seca ha sido magnífica y recientemente restaurada y presenta una gran entrada en forma de arco de medio punto, a la derecha de la cual se encuentra una capilla. Desde las ventanas de la casa, que contiene hermosas estancias adornadas con azulejos, se goza de una vista similar a la de Son Térmens, aunque más extensa por lo que hace la parte de la bahía de Palma y los altos de Randa. A espaldas de Sa Font Seca dejamos a la derecha un camino para seguir por la izquierda hasta la pintoresca casa de s’Heretat de Safortesa del Born, con su entrada en arco de medio punto, torre techada y entrada adornada por dos hermosas palmeras. Unos escalones llevan al patio interior y el zaguán se configura como sencilla bóveda de crucero. En el patio, más bien modesto, crecen dos grandes parras. S’Heretat es una de las casas de campo que en mayor medida ha conservado todo su carácter auténticamente mallorquín. A sus pies se extienden grandes plantaciones de almendros. Camino adelante llegamos a Raixa, pero si tomamos en cambio el que habíamos dejado anteriormente a la derecha, después de atravesar una gran extensión de algarrobos desembocamos en la carretera de Sóller, una vez salvado lo que queda de la antigua, ya abandonada.

Esporles comparte con Valldemossa la misma carretera procedente de Palma hasta el hostal de Ses Puntes, donde tiene lugar la bifurcación valle adentro a escasa distancia del torrente y así en medio de una exuberante vegetación. En un terreno de suave pendiente destaca a la izquierda la Possessió de Canet.

La Possessió de Canet, de dos planta y pequeño ático, muestra un escudo de armas sobre la entrada, una hilera de nueve ventanas en la fachada trasera y de siete en la delantera y principal, a la que asciende un tramo de cuatro peldaños, y laterales de cinco ventanas cada uno, en ambas plantas, sobre el pórtico que rodea el amplio patio. Sirve de pilastra a la escalera una estalactita labrada extraída de una cueva próxima, y del mismo material son las hermosas, por su aspecto alabastrino, aunque frágiles losas del pavimento. Queda a la derecha de la entrada la capilla, cuyo campanario se eleva por encima de la casa, y a la izquierda la sala del billar. Hay en el interior de la casa espaciosas salas revestidas de azulejos, y un gran salón marmóreo con numerosos cuadros y dos arquillas con hermoso cincelado que da paso a un comedor con gran terraza con maravillosas vistas sobre el jardín, las colinas opuestas a Son Tugores y el valle d’Esporles. La situación de Cante es extraordinaria, pues en el horizonte de la propiedad se divisan los yermos y escarpados contornos de la lejana Serra, cuyas cumbres trazan una nítida línea quebrada contra el diáfano azul del cielo; a su vez, en la ladera que discurre al pie de la casa adorna el entorno el hermoso jardín de gusto italiano en cuyo estanque se solazan numerosos patos.

Opuesta a Canet se eleva una colina en parte yerma en parte poblada de pinos donde hay una cueva de angosta entrada por la que el visitante se deja descolgar en el interior de una barrica para acceder a un ensanchamiento alunado donde se yergue una imponente estalagmita; más adelante y tras leve descenso se descubre una enorme estalactita que llega casi hasta el mismo suelo, compuesto como el terreno en torno de rocas diabásicas.

Las laderas de las arromadas colinas que limitan el valle d’Esporles se cubren ora de encinas ora de pinos, mientras que del fondo del valle se han adueñado en cambio almendros y algarrobos. La localidad con 1.544 habitantes con fama en toda la isla como “marjadors” y cuyas mujeres, por la abundancia de agua y la vecindad de palma, ocupan la mayor parte de su día como lavanderas, se compone de numerosas callejas de trazado recto pero harto pedregosas a las que dan 403 casas, las más de dos plantas salvo 30 de tres, 1 de cuatro y 21 de una sola, con ventanucos que, a diferencia de la parte del llano, en lugar de presentar una pequeña cornisa hacen avío con una simple losa de piedra sobresaliente. En su mayoría presentan una entrada en arco de medio punto, aunque las hay con puertas modernizadas.

La iglesia de Sant Pere Apostol, adosada a la calle central de este segundo asentamiento, es una de las más antiguas de la isla, habiendo sido erigida probablemente en 1235 ó 1236.

Exteriormente el templo es muy modesto, con un portal presidido por la figura de Sant Pere en Pedra se Santanyí y torre en la esquina izquierda con cubierta en forma de cúpula y ventanas en arco de medio punto. Seis son las capillas dispuestas  a uno y otro lado de la nave, una de ellas tomada por un entrada lateral y otra compartida por la pila bautismal y la escalera que asciende al coro.

A la Granja lleva desde Esporles un camino a lo largo de un angosto valle. Al poco de abandonar la localidad aparece a la izquierda un notable promontorio de grandes bloques de roca, en parte cubiertos de hiedra en parte de maleza, umbrosos al abrigo de un dilatado encinar.

El valle se ensancha un tanto antes de cerrarse del todo en unos riscos poblados de árboles. Surgen por la izquierda las montañas de faldas cultivadas en bancales ahítos de olivos y cumbres boscosas, aquí y allá sobrepasadas por picos yermos y grises, donde alguna que otra especie arbórea verdea ostensiblemente sobre la oscura masa del añoso encinar. Las colinas de la derecha son más bajas y de contornos  más suaves; reinan en ellas el olivo. Junto a la carretera destaca la presencia de una doble fábrica de mantas de lana y un viejo molino de agua.

La casa de La Granja es de construcción airosa, totalmente en armonía con el no menos diáfano y despejado entorno. Un prolongado pórtico en la parte delantera da sobre el encantador jardín. Frente a la entrada extienden sus umbrosas ramas cinco viejos ejemplares de Melia azedarach de nudosas raíces. Un arco más amplio y con un escalón de acceso al zaguán de arcos escarzamos sobre columnas jónicas. Una cisterna señala y adorna el centro del patio. En un lado destaca perfilada y airosa como increíble fantasía la sala configurada por una doble hilera de arcos de medio punto sobre pilastras jónicas contra el maravilloso azul de cielo; a la estancia opuesta conduce una escalera. El interior es sencillo, pero despejado y con excelentes vistas desde las ventanas. Doquiera deje uno vagar la mirada, hacia los naranjales con su dorado fruto, hacia las aguas que corren entre murmullos, o al hilo de la fantasía por el boscoso manto de las montañas, paz y reposo es la nota dominante. Detrás de la casa, a la sombra de añosas y copudas encinas, se acurruca junto a la ladera un pequeño jardín con diversos juegos de aguas."

Archiduque Luis Salvador de Austria. Las Baleares por la palabra y el grabado. Mallorca: La isla. Ed. Sa Nostra, Caja de Baleares. Palma de Mallorca. 1.982.

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